ARTROSIS Y ENFERMEDADES REUMÁTICAS
La terapéutica celular constituye un tratamiento biológico en contraste con las terapias tradicionales a través de medicamentos químicos de síntesis. Las células actúan durante meses generando en el organismo una reacción de autocuración de larga duración. En la terapéutica celular, se dan dos efectos fundamentales: la revitalización general y el efecto específico sobre los órganos. Un tratamiento revitalizante por células vivas se recomienda en caso de:
– estados de fatiga física o psíquica;
– secuelas de enfermedad u operación;
– deficiencia del sistema inmunitario.
La terapéutica específica de los órganos por células permite tratar diversas enfermedades. Por ejemplo:
-enfermedades reumáticas (artrosis, artritis). Es conocido el caso del Dr. Christian Barnard quien se curó la artritis de sus manos gracias a la celuloterapia;
– trastornos de la fertilidad;
– colagenopatías;
– arterioesclerosis del cerebro o del sistema cardiovascular;
– disfunciones endócrinas;
– afecciones de la menopausia;
– enfermedad de Parkinson;
– estados dolorosos crónicos: jaquecas, cefaleas, neuralgias, ciáticas.
Técnica de aplicación y fases de la terapéutica celular
En la terapéutica celular se puede aplicar un tipo de células o bien combinados celulares complejos (pool). Partiendo siempre de un examen previo, el médico indicará al paciente un tratamiento que comprende varias sesiones de 1 o más inyecciones en cada entrevista.
Luego de las aplicaciones se observan generalmente tres fases en el efecto de las células sobre el organismo.
Primera fase: Los efectos de la terapia celular son inmediatos. Enseguida después de aplicada la inyección o inyecciones, la persona siente una mejoría temporaria de las molestias que la aquejan así como un marcado aumento de vitalidad. Esta fase vigorizante desaparece después de unas horas o de un día y viene una segunda fase (uno a cinco días) de procesos inmunobiológicos. Durante esta fase el paciente puede sentirse cansado, si bien hay enfermos que no sienten molestia alguna. La tercera y última fase es el período de regeneración. Empieza hacia la segunda semana y dura de cuatro a seis semanas. Es entonces cuando se manifiesta una revitalización y mejoría del estado general de salud: aumenta la capacidad corporal y anímica; se despierta el apetito de los inapetentes, los pacientes dicen que duermen más; otros, que ven u oyen mejor. Se observa un mejoramiento y hasta normalización de los padecimientos orgánicos.
Luego de varias sesiones y según los casos, el efecto terapéutico se prolonga de seis meses y hasta varios años.
Diferencias entre fármacos químicos y medicamentos biológicos
El fármaco biológico no es el que produce en definitiva el efecto terapéutico en el órgano o tejido en disfunción, sino que es el organismo receptor el que, por intermedio de su incorporación, se modifica (perfecciona) a si mísmo, concretando a partir de ello la pretendida curación.
El fármaco biológico no tiene capacidad para imponerse al órgano en disfunción sino que, por su naturaleza, solo actúa como arriba señalamos en la medida en que es aceptado e incorporado por el organismo en disfunción.
Es así, entonces, que un organoterapéutico deberá reunir necesariamente dos condiciones:
Ser proveniente de animal de sangre caliente, aunque no necesariamente de la misma especie. Podrá entonces provenir de especie bovina, ovina, porcina, etc, lo que le garantizará el reconocimiento de la organoespecificidad, dada las similitudes observada entre las cadenas peptídicas de los factores de crecimientos más conocidos en diferentes especies de mamíferos. Este reconocimiento no se operaría si los tejidos donantes pertenecen a otras especies muy distintas como biotipo, tales como aves, peces, ofidios, etc.
Consideremos a este respecto un caso concreto: las moléculas del tan de moda cartílago de tiburón, resultan muy poco o nada reconocibles por una célula cartilaginosa de un mamífero. Ello no quiere decir que su ingesta no favorezca en nada a un reumático, pero lo hará exclusivamente por su aporte de aminoácidos y no por tener actividad biológica específica.
Además de esta procedencia del material, resultará fundamental que la técnica de su preparación asegure que las proteínas del donante no sean alteradas en su estructura o desnaturalizadas. Solo de esa manera se logrará que el producto biológico incorporado al organismo presente moléculas reconocibles por el órgano homólogo del receptor y, con ello, asegurará la adecuada absorción y acción biológica. Especificando más este aspecto, digamos que el Fármaco Biológico deberá partir de una célula intacta física, química y estructuralmente (no necesariamente viva). El proceso de obtención deberá asegurar como resultante la presencia de cadenas peptídicas, la mayor parte de las cuales no debiera ser superior a 15-20 kDa. De esta manera, aseguramos la presencia de péptidos con actividad biológica, lo que, reiteramos, le brinda al producto la órgano-especificidad deseada.
Recordemos también que el dos veces Premio Nóbel, Dr. Linus Pauling, desarrolló el concepto ortomolecular de la enfermedad, considerando que toda enfermedad reconocía como causa un daño celular estructural que provoca un largo proceso de desequilibrio vital a nivel subcelular, que se desarrolla desde mucho tiempo antes de que aparezca su evidencia objetivable.